Esta leyenda como la escuché de labios de mi abuela comienza a finales de 1800, cuando la montaña de San Pablo era una tierra que se encontraba en disputa entre dos poblaciones: Santiago Tlazala y Santa Ana Jilotzingo.Como suele suceder en estos casos las peleas por la posesión de este paraje habían llegado al extremo de batallas campales y asesinatos, hasta que un nuevo presidente municipal decidió terminar con la querella dividiendo el monte a la mitad; con esta decisión nació un pequeño caserío en la cumbre del cerro, hecho por personas pertenecientes a ambos poblados que, deseando vigilar sus intereses y explotar su parte en los bosques, empezaron a construir hasta convertirse en una pequeña Villa.
Con el paso del tiempo y debido en parte a los misteriosos sucesos que acaecían en el monte a los nuevos pobladores, como desapariciones inexplicables, cambios imposibles en la geografía y el paisaje en fechas y horas determinadas, raros personajes vestidos con túnicas blancas que se veían merodear cerca de las entradas de las cuevas, sonidos extraños que surgían de las entrañas de la tierra provenientes de las innumerables cavernas que se dice cruzan la montaña, y en parte también a que a que los pueblos más cercanos quedaban a horas de camino, decidieron edificar una iglesia, para la cual mandaron forjar en la ciudad de México una gran campana de bronce de la que estaban muy orgullosos.
Cuando el Templo estuvo terminado empezaron a surgir las disputas nuevamente por que no lograban ponerse de acuerdo en el santo a quien éste estaría encomendado, la gente de Santiago decía que a san Pedro, los de Santa Ana preferían a San Pablo, y siendo gente rústica y apasionada de sus creencias la situación se enardeció hasta llegar a grados insostenibles, hubo peleas, heridos y hasta muertos.
Contaban los ancianos del Pueblo que fue castigo divino que el día que colocaron la campana la tierra molesta por tanta sangre derramada se sacudió, abriéndose una enorme grieta en la cumbre del cerro que se devoró literalmente la mayor parte de la villa junto con la hermosa iglesia y su campana de bronce recién colocada.
Murió mucha gente en este desastre, y los que quedaron vivos regresaron a sus respectivas poblaciones, sin embargo desde aquel día los hechos extraños se intensificaron.
Decían las anécdotas de leñadores, pastores y vaqueros a quienes por sus labores sorprendía la noche en las boscosas laderas de la montaña, que había ocasiones en que llegaban desde la cumbre voces misteriosas, murmullos de oraciones, lamentos y gritos que rompían el silencio, y otras veces como si los muertos estuvieran de fiesta, se escuchaba, música, risas y bullicio, acompañando el misterioso tañer de una campana, además, extrañas luces fantasmales danzaban en la cumbre. Algunos de ellos, los más valientes, pensando que quizás se trataba de alguna invasión a sus tierras e intereses, se aventuraron a llegar hasta la cima y juraban haber encontrado el pueblo en pie, a sus moradores aparentemente vivos y manifestando una gran hospitalidad, al grado de invitarles a pasar la noche en la villa y pobre del desdichado que aceptara la invitación porque después de quedarse dormido en el petate de alguna casa, despertaba empapado en rocío y casi muerto de frío en medio de las rocas y ruinas del poblado destruido.
La Leyenda fue creciendo al paso del tiempo y no pasaba de ser una conseja de ancianos campesinos, hasta que hace aproximadamente 26 años un grupo de 30 Scouts, jovencitos y jovencitas, con sus respectivos coordinadores se perdieron en las laberínticas cañadas de las faldas de San Pablo buscando las cascadas; al ser sorprendidos por la noche decidieron instalar un improvisado campamento y esperar la llegada de la mañana para tratar de encontrar el camino de regreso. Uno de los chicos al buscar leña para su fogata subió más que los demás las laderas de la montaña y se sorprendió de escuchar voces y risas como las de una fiesta provenientes de la cumbre , dio aviso a sus compañeros quienes pensando encontrar un caserío comenzaron a subir sin imaginar que tardarían más de cuatro horas en llegar a la cima, cuando totalmente agotados lo lograron fueron recibidos con grandes muestras de hospitalidad por las personas del poblado , el cual según comentaron después, estaba sumido en una especie de bruma luminosa; les dieron de cenar, les ofrecieron un lugar donde dormir, una especie de granero enorme lleno de pacas de paca y costales de maíz, y después de mostrarles orgullosos su maravillosa iglesia y su campana de bronce los instaron a irse a dormir lo cual hicieron todos casi de inmediato debido al terrible cansancio y somnolencia que les invadió al llegar al poblado.
Ya en la madrugada con los primeros trinos de la alondra se despertaron los primeros chicos, temblando de frió, con la ropa húmeda de rocío y aterrados de encontrarse en descampado, al despertar los demás, hubo crisis nerviosas, llanto y consternación hasta que un leñador les encontró y les llevó a la cabecera municipal donde contaron lo sucedido.
Desde luego autoridades y médicos atribuyeron su historia al cansancio y la histeria colectiva, solo los campesinos que conocían la leyenda les dieron crédito.
Sin embargo, cuando yo era niña mi abuela nos llevaba a mis primos y a mi hasta la loma, desde donde se domina El cerro de San Pablo, y donde en noches especiales del año podíamos escuchar el misterioso y profundo tañer de la campana, proveniente de algún lugar en las entrañas de la tierra.
M. Ivette Silva
De el libro
«Historias y Leyendas de Peña de Lobos»